Se acaba de dar el pistoletazo de salida a la temporada de verano. Tras un mes y pico de pretemporada, para mi han empezado las competiciones, como tantos años, con la siempre emocionante Liga de Clubes.
Como comenté en mi anterior crónica, me estaba costando mucho entrenar bien con mi nueva rutina laboral, pero pensaba que al empezar la nueva pretemporada iba a retomarlo con fuerzas. Pues empezaron a pasar los días y cada día me seguía suponiendo un esfuerzo enorme completar los entrenamientos. Cada tarde llegaba con las piernas agarrotadas de estar 8 horas sentada en una oficina y me resultaba imposible correr medianamente rápido. A eso se me juntaba el tipo de entrenamiento que tocaba en esas fechas, lleno de cuestas, gimnasio y ejercicios con vallas, que empeoraban las sensaciones de pesadez que ya tenía. No podía bajar de 1’40” en los 500, ni de 3’30” en los miles, y hacía los 3000 (lisos) en más de 11 minutos. ¿Cómo demonios iba a volver a bajar de 10’30” en un 3000 con obstáculos?
Compañeros me habían
comentado que ellos habían tardado un mes en adaptarse, pero yo ya
iba por tres meses y no notaba ningún tipo de mejoría. Me dije que
me daba de plazo hasta la primera liga para ver qué tal corría, si
me estaba sirviendo el esfuerzo para algo. Si no, pensaba dejar de
entrenar con tanta intensidad y me pondría otros objetivos, más
populares, más “deporte salud”, porque no estaba disfrutando
nada, y para que entrenar no sea un disfrute lo dejo.
Pero justo dos semanas
antes de la liga, dos sábados antes, de repente entrené muy bien.
De un día para otro realicé el entreno como si llevara entrenando
bien todo el tiempo, realizando los tiempos que me correspondían a
un estado de forma bueno para mí y para esa época. Y la semana
siguiente seguí entrenando bien, como antes cuando entrenaba por las
mañanas. Me llevé una gran alegría. Estaba comprobando que no solo
me había servido el esfuerzo de esos meses tan duros, sino que me
había incorporado a un estado de forma como si hubiese estado
entrenando a mi mejor nivel. Me resultó sorprendente pero fue así,
un día estaba haciendo un 3000 lisos en 11’04”, y al siguiente
en menos de 10’30”. Y a partir de ahí, vuelta a la normalidad.
Con esas dos semanas
de normalidad, afronté la primera liga con confianza y ganas. Nos
tocó en Valladolid, y viajamos en autobús el mismo día. Había
mirado las rivales que me tocaban: Yamilka González, que a pesar de
la edad en su momento corrió por debajo de los 10 minutos y quien
tuvo, retuvo, de hecho el año pasado me ganó en una liga. Raquel
Landín, vencedora en el Campeonato de España Universitario hacía
una semana con 10’54”. Raquel Suárez que venía de haber corrido
ya en 10’53”. Margarita Fuentes-Pila, que a lo mejor si llegaba
fresca al final, me podía ganar en velocidad. Salimos el primer mil
a 3’41”, y a mí me parecía que iba muy cómoda. Íbamos todas
juntas y me puse delante para evitar golpes al pasar los obstáculos.
Entonces decidí cambiar y hacer el 2000 que quedaba fuerte. Oí que
me siguieron, porque no me gusta mirar hacia atrás, pero poco a poco
se fueron descolgando. Me centré en pasar bien los obstáculos y la
ría, y al final llegué primera con bastante ventaja sobre la
segunda. Terminé en 10’47”, haciendo ese 2000 en 7’06”. Muy
contenta y orgullosa de saber lo que me había costado volver a
correr bien, y sobre todo a disfrutar.
Ahora tengo la segunda
liga dentro de una semana, el día 23 en Alcobendas. Os animo a todos
los Espartan@s a que os acerquéis a animar, porque se celebra junto
con los chicos y va a ser una jornada muy entretenida y emocionante.
No hay comentarios:
Publicar un comentario