lunes, 24 de agosto de 2015

PACO MOLINA LOPEZ(MARCANDO LA META): UN DIA CUALQUIERA





No ha sido necesario que sonase el despertador, mi inconsciencia ha dejado de serlo cinco minutos antes de la hora prevista y, a pesar del sueño, me he levantado, sin agradecer al edredón su incondicional cariño y esa cálida manera de acogerme entre sus brazos cada noche.Aliviar mi vejiga tras las poco más de cinco horas de descanso (otra noche más durmiendo poco), lavarme la cara, cepillar los dientes y ponerme la ropa han sido actos totalmente autómatas, mientras escuchaba en la radio unas señales horarias muy tempranas. Un par de vasos de agua, las zapatillas, el gorro, los guantes, música puesta y… a correr.


Los cinco minutos de retraso al salir de la oficina han ayudado a que el número de coches fuera superior al de otros días, cogestionando el acceso al pequeño tramo de autovía que conduce hasta el centro deportivo. Las prisas por llegar a casa, por recoger a los niños del colegio o por llegar Dios sabe a dónde, se leían en las caras de mis vecinos momentáneos de carretera. De nuevo otro día de aire y otra vez el tiempo justo para dejar en la taquilla el pantalón vaquero, la camisa y los zapatos. Humedecer la cinta del pulsómetro, calarme la gorra hasta abajo y mirar el reloj, al tiempo que me ponía las gafas de sol y me daba cuenta que de nuevo llevaba
el tiempo justo, así que… a correr.

El olor a tortilla francesa (seguro que de la merienda de algún niño) al coger el ascensor me ha acompañado durante gran parte de los quince minutos de trayecto hasta la pista. Esta vez no he escuchado música mientras llegaba, porque por mi cabeza pasaban pensamientos que no necesitaban de banda sonora. El frío ha hecho costoso el salir del coche, pero no había otra opción, los cambios de ritmo me esperaban y esos sí que iban a sonar. Los focos de las torres de iluminación bañaban de luz el maltratado campo de fútbol y esta vez el descolorido rojo del
tartán era más intenso, más vivo, gracias a la lluvia de horas antes. Antes, sí, pero ahora… a correr.

No importa el cuándo, el cómo o el dónde, qué más da, eso no importa, no, no importa. Lo que de verdad importa es tu deseo por correr, tus ganas por sentir la satisfacción que ello te produce, tu necesidad por abrazar esa libertad que te acompaña en cada zancada, eso sí importa, como importa ese diálogo que entablas contigo mismo, mientras sudas y respiras fatigado por el esfuerzo, eso sí importa… y ¿sabes por qué?, porque eso te hace feliz y te hace sentir vivo.

Haz que un día cualquiera sea un día feliz, no hace falta mucho, simplemente: CORRER. 

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