
No los creas si te dicen que caí, no he llegado hasta aquí para rendirme y no voy a dejar que una derrota pueda conmigo, como tampoco voy a permitir que una victoria me haga bajar la guardia. Son muchos los kilómetros que recorrí en tu búsqueda, la mayoría de ellos en solitario y siempre los hice con tu imagen grabada en mi mente y una ilusión propia de quien pretende conseguir aquello que persigue. Ya no recuerdo ese camino recorrido, de nada sirve ya echar la vista atrás y ahora, satisfecho, sé que me encuentro a tu lado; cada día salgo sabiendo que me esperas ahí fuera y como dos viejos amigos nos contamos nuestras confidencias, nuestros secretos y hasta nuestras ilusiones. Algunas veces triunfamos juntos o mejor dicho, yo triunfo,
mientras tú me observas orgulloso y otras me tengo que conformar con esperar mejores
momentos, esos en los que recoger los frutos de un trabajo callado e invisible. Pero no
importa, qué más da si saboreo las mieles de un éxito que sólo yo veo o si tengo que lidiar con el mal trago de no ser capaz de alcanzar aquello por lo que he trabajado. En ambos casos soy yo el que tiene que seguir hacia delante,sin dejar de mirarte y comprender que una derrota o un triunfo no son sino una anécdota del camino y con ellas aprender que sólo existe una única opción: seguir adelante.